Este versículo nos describe de manera
perfecta el libre albedrío que Dios nos ha dado, el poder de decidir qué puedo
hacer, qué quiero hacer versus lo que es bueno para mí, lo que es conveniente. Es
interesante tocar este tema porque muchos tienen paradigmas sobre las normas,
lo que debo o no debo hacer, si tengo prohibido conducirme de una cierta manera
y así una infinidad de premisas.
Lo cierto es que es más simple de
lo que creemos. En otro artículo del blog me atreví a mencionar el gran enredo
que hemos hecho con el evangelio y cómo lo complicamos siempre todo. Nuestra
disposición debe estar guiada a agradar al Señor como él nos lo ha pedido, no
cómo otros nos dicen. Es por eso que decidí centrarme en este versículo,
enfocándolo desde varias perspectivas.
“Todo me está permitido, pero no
todo me conviene”. Es importante tener esto bien claro. No hay normas, reglas,
religión que te prohíban hacer lo que desees pues en la Palabra está “Todo
me está permitido (…)” ahora si continuamos con la frase, más adelante
aparece algo aún más importante: “(…) pero no todo me conviene” es esa
oración la que debemos tener presente. Dios conoce lo que es mejor para
nosotros y él mismo lo está diciendo… No todo te conviene.
Lo gracioso de esto es que día a
día elegimos justamente lo que no nos conviene y nos conducimos por un camino
lleno de decisiones incorrectas, decepciones, desesperanza, dudas. Es algo que
el hombre en su naturaleza simplemente no puede evitar.
Pero ante esta situación Dios
planteó algo mejor, él buscó esa solución para que tomes el camino correcto, el
camino que te conviene.
¿Quién puede saber lo que nos
conviene más que Jesús?
Y así lo dijo él mientras
conversaba con sus discípulos. Seguramente en ese momento ninguno sabía lo que
era más conveniente. No tenían mucha certeza, pero Jesús quien se encontraba en
medio de ellos les dijo las palabras correctas.
“Si alguien quiere ser mi
discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme” Mateo 16:24
Todo estaba permitido para ellos,
pero efectivamente no todo les convenía y Jesús lo sabía, se los estaba
advirtiendo. Quienes quisieran ser parte del reino de Dios debían negar su
naturaleza, llevar su cruz y seguirle. Llevar la cruz es analogía de dejar atrás
todo lo que no es bueno para ti, todo lo que no te conviene.
“Porque el que quiera salvar su
vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la encontrará” Mateo
16:25
Aquí Jesús dijo las palabras
claves. “El que quiera salvar su vida” por sus propios medios, a través
de la autosuficiencia… la perderá, porque humanamente no
podemos salvar nuestras propias vidas. “Pero el que la pierda por mi causa, la
encontrará” Jesús hablaba de la vida espiritual, la verdadera paz, el
sendero correcto, el sendero de justicia. Cuando reconocemos que Jesús es el
alimento de nuestro espíritu, el salvador de nuestra vida, hallamos la verdad,
esa que nos hace libres.
¡Comenzamos a hacer lo que más
nos conviene!
“El mensaje de la cruz es una
locura para los que se pierden; en cambio, para los que se salvan, es decir
para nosotros, este mensaje es el poder de Dios” 1 Corintios 1:18
A través de Jesús, Dios con su
poder renueva nuestro corazón, nuestro espíritu para hacer lo conveniente, lo
que es agradable para él y lo que es bueno para nosotros. Se trata entonces de
mantener el espíritu sano y en crecimiento por medio de la Palabra de Dios.
“Por eso, de la manera que
recibieron a Cristo Jesús como Señor, vivan ahora en él, arraigados y
edificados en él, confirmados en la fe como se les enseñó, y llenos de gratitud”
1 Tesalonicenses 2:6
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