martes, 12 de agosto de 2014

Rompiendo paradigmas: “Todo me está permitido, pero no todo es para mi bien”- Una vida santa

 
La Palabra de Dios es un tesoro lleno de maravillas. En cada oportunidad que tengo para descubrir esto, Dios me enseña el propósito que tiene con mi vida, mis talentos… ¡hasta mi carrera profesional! Definitivamente la verdad nos hace libres pero solo cuando la luz de Cristo abre nuestros ojos espirituales y rompe nuestros paradigmas.
No hay nada más increíble que vivir confiado en la Palabra, teniendo certeza de cada frase y versículo, reconociendo en ella la divinidad de nuestro padre. Andar con el calzado del evangelio, te permite alcanzar horizontes, menguar en las cosas de este mundo y de los hombres, para que crezca el Señor.
En 1 de Tesalonicenses 4:1-12 está clara y sencillamente escrito cada una de las cosas que el cristiano debe hacer para agradar a Dios. Más allá de las reglas establecidas por hombres y las religiones, a mí particularmente me gusta hacerlo como lo dice el Señor en Su Palabra.
La vida que agrada a Dios
“Por lo demás, hermanos, les pedimos encarecidamente en el nombre del Señor Jesús que sigan progresando en el modo de vivir que agrada a Dios, tal como lo aprendieron de nosotros. De hecho, ya lo están practicando. Ustedes saben cuáles son las instrucciones que les dimos de parte del Señor Jesús.” 1 Tesalonicenses 4:1-2
“Ustedes saben cuáles son las instrucciones que les dimos de parte del Señor Jesús” no hay para donde agarrar. Nuevamente hago referencia de cómo nos gusta complicar las cosas. Es sencillo, seguir las instrucciones para una vida agradable a Dios, dadas por Jesús. Si su padre lo envió para rescatarnos espiritualmente pues sus enseñanzas son las que debemos seguir.
“La voluntad de Dios es que sean santificados; que se aparten de la inmoralidad sexual” 1 de tesalonicenses4:3
La palabra de Dios es muy específica en este punto. Ella no dice “resistan la inmoralidad sexual”, dice “Apártense” o sea aléjense de todo aquello que pueda impedir que sean santificados.
“¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños;  fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo a Dios” 1 Corintios 6:19-20
Si nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, templo de Dios, debemos honrar al Señor con él.
“Que cada uno aprenda a controlar su propio cuerpo de una manera santa y honrosa, sin dejarse llevar por los malos deseos como hacen los paganos, que no conocen a Dios;” 1 Tesalonicenses 4:4-5
“Y que nadie perjudique a su hermano ni se aproveche de él en este asunto. El Señor castiga todo esto, como ya les hemos dicho y advertido.  Dios no nos llamó a la impureza sino a la santidad; por tanto, el que rechaza estas instrucciones no rechaza a un hombre sino a Dios, quien les da a ustedes su Espíritu Santo.” 1 Tesalonicenses 4:6-8
En definitiva no perjudiques a tu hermano, la palabra de Dios nos dice claramente que no debemos hacer pecar a nuestro hermano. Y aunque no lo creas, al no seguir estas instrucciones estás rechazando a Dios.
“En cuanto al amor fraternal, no necesitan que les escribamos, porque Dios mismo les ha enseñado a amarse unos a otros. En efecto, ustedes aman a todos los hermanos que viven en Macedonia. No obstante, hermanos, les animamos a amarse aún más (…)” 1 Tesalonicenses 4:9-10
Esta palabra. Tan simple y genera tanta controversia, “amar”. Nos cuesta tanto entregarnos por completo al amor fraternal. Muchas veces preferimos satisfacer nuestros propios deseos, incluso nos cuesta perdonar, pero Dios quiere que quitemos todas las barreras. El quiere que perdonemos a otros como Él nos perdonó y que amemos a otros como Él nos ama.
“a procurar vivir en paz con todos, a ocuparse de sus propias responsabilidades y a trabajar con sus propias manos. Así les he mandado, para que por su modo de vivir se ganen el respeto de los que no son creyentes, y no tengan que depender de nadie.” 1 de tesalonicenses 4:11-12
Finalmente, debemos ser de buen testimonio para quienes no crean en Dios. Mostrarles cómo vale la pena vivir una vida de amor y gozo porque somos libres en Cristo. Sean santificados, ámense los unos a los otros y sean de testimonio para los demás. Tan simple.

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