Jesús,
buena noticia
El
evangelio de Marcos introduce a Jesús como el Cristo, mesías y salvador,
directamente en su vida misionera. Jesús es hijo de Dios y tiene todo el poder
en la tierra.
Pero
antes de su vida, muchos profetas y predicadores prepararon el camino para la
llegada de este salvador, uno de ellos era Juan.
Juan
el bautista era un hombre que había sido llamado por Dios para ser de
instrumento divino. Su manera de vivir era reflejo de humildad, era un siervo
de Dios. De esta forma Juan persuadía a muchos a cambiar su manera de vivir y
de pensar, para ser agradables delante de Dios. Así comenzaron a llegar a Juan para
ser bautizados, haciéndolo como símbolo de arrepentimiento y nueva vida, una
vida en santidad.
Juan
anunciaba que estaba por llegar aquel que era más grande que él. Su labor y
enseñanzas serían más importantes que aquellas impartidas por Juan. Jesús
vendría a ofrecer una solución para la forma egoísta de vivir.
La
aprobación de Dios
Jesús
se acercó a Juan para ser bautizado, no para quitar el pecado sino para
identificarse con los que le rodeaban y comenzar su misión. Ahí recibió la
aprobación de su Padre quien mandó al Espíritu Santo como señal de amor. Dios
estaba muy contento con su hijo.
Jesús
es tentado
Antes
de comenzar su misión, el Espíritu Santo guió a Jesús al desierto a enfrentar a
Satanás. Esta experiencia fue significativa en la vida de Jesús. Con ella él
demostró su obediencia y fidelidad a su Padre al no caer en las tentaciones del
enemigo.
Jesús
llama a que le sigan
La
misión de Jesús comenzó a tomar forma a través de sus enseñanzas. Con ellas él
demostraba que había llegado el tiempo, ese momento en que Dios enviaría a un
salvador para librar al mundo de las cadenas que los mantenían alejados de Su Presencia. El pueblo de Israel que había atravesado un largo y fuerte camino
anhelaba un salvador que pudiera convertirlo de vuelta en una nación. Jesús
constantemente anunciaba que el reino de Dios se acercaba, con esto muchos confiaban
en esa nación.
De
igual manera Jesús persuadía a la gente a arrepentirse por sus faltas y creer
en la buena noticia. Pero lo más importante no era creer y arrepentirse, sino
creer en que Jesús era el Hijo de Dios hecho hombre.
Las
palabras de Jesús eran simples, sencillamente decía “Sígueme” y así muchos le
siguieron. Comenzó su misión en la tierra con un grupo de hombres que llevarían
esta buena noticia entre el pueblo.
Si
Jesús viviera entre nosotros hoy… ¿Lo seguirías? ¿Dejarías todo por acompañarlo
y proclamar esta buena nueva? Recordemos que Jesús nos dejó un mandato simple “Así
que vayan y hagan seguidores en todas las naciones. Bautícenlos en el nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que
yo les he mandado. Tengan presente que yo estaré con ustedes todos los días
hasta el fin del mundo.”
Durante
su misión Jesús les dijo a sus seguidores que les enseñaría a pescar hombres.
Esto es parte de esa labor que nos corresponde. Igualmente los actos de fe
tuvieron protagonismo a lo largo de la vida de Jesús.
En
el capítulo dos, Marcos introduce con una historia maravillosa, una historia que
nos permite comprender la importancia de la fe.
Jesús,
luego de hacer obras en distintos lugares regresó a Capernaúm. La gente lo
recibió con la alegría y el anhelo de escuchar sus enseñanzas sobre la palabra
de Dios. Unos hombres querían llegar a donde estaba Jesús. Ellos traían a un
paralítico y confiaban en que él lo sanaría. Su fe les permitió llegar
hasta Jesús e inmediatamente él reconoció este acto, prometiéndoles que sus
pecados serían perdonados. Pero esto era difícil de creer. Jesús decidió hacer
esto en vez de sanar al instante al hombre paralítico. Él sabía que sus vidas
espirituales necesitaban sanación.
¿Qué
es más importante, la salud física o la salud espiritual?
Luego
de haber sanado a estos hombres, sanó al hombre paralítico.
Las
palabras de Jesús no alegraron a los maestros de la ley. Ellos creían que Jesús
pecaba al proclamar que podía perdonar los pecados de los hombres. No tenían fe
alguna de que Jesús era el Hijo de Dios, como no creían, no podían apreciar los
milagros. La pregunta de Jesús a ellos era, "¿por qué piensan de esa manera?" Somos responsables de lo que pensamos. Debemos entender la verdad para pensar
como Dios quiere que pensemos.
“Tal
vez piensen que es más fácil que yo le diga a este paralítico: “Tus pecados
quedan perdonados”, porque eso no se puede comprobar”- Marcos 2:9
Él
quería que ellos entendieran si era más fácil sanar el espíritu o el cuerpo.
Luego Jesús hizo una declaración importante.
“Pero
si le digo: “¡Levántate, recoge tu camilla y anda!” y así sucede, entonces
quedará comprobado que el Hijo del hombre tiene en la tierra el poder de
perdonar pecados.”-Marcos 2:9b-10
La convicción de otros puede ayudar a quienes son débiles en ella, esto quiere decir que
nuestra fe es importante para los demás. Jesús tiene el poder para sanar tanto
nuestro espíritu como nuestro cuerpo, así mismo tiene el poder de perdonar
nuestros pecados.
¡Pisa el freno!
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